sábado, 31 de diciembre de 2011

OH SANTA IGLESIA CATÓLICA, MADRE SANTA Y MADRE DE LOS SANTOS!!saludo navideño 1922

OH SANTA IGLESIA CATOLICA,
MADRE SANTA Y MADRE DE LOS SANTOS!
... Oh, qué dulce es amarnos en Jesucristo y por Jesucristo! Cuánta dulzura y vitalidad se
encierran en el amarnos recíprocamente en el amor sobrenatural a Jesucristo y al Papa, como
ocurre entre nosotros, pobres hijos de la Divina Providencia! Jesús es todo nuestro amor, nuestro
vínculo y nuestra vida: y también la Cabeza infalible de la Iglesia, el Santo Padre Pío XI, es todo
nuestro amor, nuestro vínculo y nuestra vida!
Qué hermoso y qué santo es vivir así como hermanos; con esta fe, con esta vida, con este amor:
amarnos como se ama en el Paraíso!
Esta era la fe y el amor de los Santos.
"El Papa es la presencia de nuestro Dios en la tierra", como predicaba San Bernardino al pueblo
de Siena en la Plaza del Campo en 1427 al despedirse de su ciudad. Era la fe y el amor de un
santo: era la vida de Dios!
Ojalá se mantenga y, si es posible, se reavive aún más y se afiance más estrecha e
inseparablemente, a los pies del Niño Jesús y de la Iglesia Madre de Roma, la unión tan
estimada y armónica de los corazones fraternos en el amor dulcísimo a Cristo, Dios y Señor
nuestro, y al Papa, Señor y Dios nuestro en la tierra! Esta unión, cimentada en la fe y en el amor
y, si es necesario, en la sangre, constituye nuestra fuerza y será nuestra grandeza y nuestra
gloria!
Que a falta de cualquier otra alabanza se pueda decir también de nosotros como de los primeros
cristianos: Miren cómo se aman! (Tertuliano, Apologeticum).
Tenemos que amarnos, pero en el Señor, porque ése es el amor que quiere el Señor, el que le
agrada: amarnos unos a otros y amar cada vez más a Jesucristo y al Papa, su Vicario en la tierra.
Y abrazarnos cada vez más estrechamente al Papa porque, al igual que a Jesucristo, nunca se lo
ama bastante; y por el Papa abrazarnos y unirnos inefablemente a Cristo en su cuerpo místico
que es la Iglesia: "Ita multi unum in Christo" (Pablo, Romanos 12,5).
Oh Santa Iglesia Católica, Iglesia de Jesucristo: luz, amor, y Madre mía dulcísima y divina!
Madre Santa y Madre de los Santos, la única que está libre de la confusión de las lenguas!
Madre de nuestra vida, latido de nuestro corazón, vida de nuestra propia vida! Que se nos pegue
la lengua al paladar el día en que nosotros, pobres hijos de la Divina Providencia, hijos de tu fe,
hijos de tus mártires y de tu amor, no te antepongamos a todos nuestros amores y todas nuestras
alegrías!
-------------------
En Lettere di Don Orione, I, pp. 447ss. Carta "regalo", del 8 de diciembre de 1922, escrita por
Don Orione a sus hermanos e hijos para la Navidad.LIBRO. EN EL NOMBRE DE LA DIVINA PROVIDENCIA

viernes, 30 de diciembre de 2011

¡¡¡FELIZ NAVIDAD!!! SALUDO NAVIDEÑO A LOS BENEFACTORES,1920


























Hoy, en el mundo entero se celebra la Navidad ,
la "Sagrada Noche"

del "nacimiento de Jesús"

Navidad se hace poesia
La claridad celestial
de esta mística noche santa de Navidad
atrae hasta a las almas más alejadas
‐peregrinos descarriados o perdidos‐,
como la luz de la casa paterna
en la oscuridad del bosque!
Oh, luz divina del Niño Jesús!
suave y santa bondad de Dios
y de la Iglesia de Dios!
Hermanos,
obremos con la bondad del Señor,
y así no tendrán que tener miedo
de que se pierda la obra que realizan:
toda palabra buena es un soplo de Dios:
todo acto, santo y grande,
de amor a Dios y de los hombres,
es inmortal!
La bondad vence siempre:
A ella se le rinde un culto secreto
aún en los corazones más fríos,
más solitarios y más alejados.
El amor vence al odio;
el bien vence al mal;
la luz vence las tinieblas!
Todo el odio y todo el mal,
y todas las tinieblas de este mundo,
¿qué son frente a la luz
de esta noche de Navidad?
Nada! realmente nada
frente a Jesús,
frente al Niño Jesús!



son realmente, nada!
Reconfortemonos y exultemos en el Señor!
La efusión del Corazón de Dios,
no se pierde por los males de la tierra;
y el último en vencer es El,
será el Señor!
Y el Señor vence siempre en la misericordia!.....
Todo pasa:
¡sólo Cristo permanece!
¡Es Dios, y permanece!
Permanece entre nosotros para iluminarnos,
para consolarnos,
permanece en su vida terrenal,
para darnos su misericordia!
¡Jesús permanece y vence,
pero en la misericordia!



¡Bendito sea eternamente tu nombre,oh, Jesús.



escritos de Don Orione, del libro "Un Profeta de nuestro tiempo, pag 40,41,42.

martes, 20 de diciembre de 2011

AMEMOS A MARÍA!! POR DON FLAVIO PELOSO, PARTE V

¡AMEMOS A MARÍA!
La devoción mariana no es solo para uso externo, para los otros, como actividad pastoral. Es primero de todo alimento interior de nuestra espiritualidad.
Don Orione le puso este título: ¡AMEMOS A MARÍA!, a una exhortación publicada sobre el Boletín La Obra de la Divina Providencia, del 19 de abril de 1915. Les trasmito algunos párrafos para actualizarla en nuestra vida espiritual de hoy.
“Amemos a María !
¡Oh! la Pequeña Obra de la Divina Providencia, después de Dios, se puede decir que es toda obra de María: surgió por obra de María, creció por obra de María, se mantiene por obra de María. Nosotros se lo debemos todo a María: razón para serle devotos, para demostraLe nuestro reconocimiento.
La devoción a María no es simplemente un adorno de nuestra santa religión, ni una flor cualquiera, un recurso como tantos otros, del que podemos servirnos o no, como nos agrade; más bien es una parte integral. Dios no quizo venir a nosotros sino por medio de María y nosotros no podemos ir a Dios sino por medio de María”.

¿Cuánto está presente el amor de María en nuestra vida personal?
El Papa, en la Carta por el Año sacerdotal, celebrado en el año 2010, recordaba que “Jesucristo después de habernos dado todo aquello que nos podía dar, quizo hacernos herederos de cuanto tiene de más valioso, esto es su Santa Madre”. Justamente, a partir de este acto de supremo amor de Jesús manifestado sobre la cruz, María fue considerada en el sentido real, Madre de la Iglesia, Madre de los cristianos, Madre de los sacerdotes. [1]
A todos nosotros, queridos hermanos, nos hace bien vivir y cultivar el clima favorable de la devoción hacia la Madre de Dios porque nos concentra en las cosas de Dios.. Para expresar la familiaridad y la intimidad con la Santa Virgen María, nuestro Fundador exhortaba: “Para amar de verdad al Señor, la Virgen, las Almas, la Iglesia, es necesario hacerse casi como una obsesión. ¿Saben qué cosa significa ser obsesionado en una cosa? ¿Cuál era el estado de ánimo de la Virgen hacia Jesús? Ustedes lo saben: no vivía sino que para Él, no hablaba sino de Él y para Él, sufría y oraba por Él, pensaba sólo aquello que pensaba Jesús – si le hubiese sido posible -,tanto deseaba su corazón estar cerca, en sentimientos, pensamientos y afectos, a aquel de Jesús. Esto han hecho también los Santos en la tierra: buscaron vivir al unísono, en todo, con Jesús y con la Santísima Virgen”.[2]
Estar en intimidad espiritual con María nos lleva a nosotros, religiosos a estar “fijos en las cosas de Dios”, estar fijos en “el bien de las almas”, “al unísono, en todo, con Jesús y con la Santísima Virgen”. ¡Qué hermoso! Entonces nuestra vida será un dirigirse siempre a Dios y a la belleza de darse totalmente y por siempre a Jesús, a la Virgen, y las Almas.
Dejemos de lado viejos y falsos dualismos que oponían piedad mariana y piedad cristocéntrica. Para Peter Seewald, que en una reciente entrevista definía al Papa Benedicto XVI “un teólogo con orientaciones más cristocéntricas que marianas”, el Papa respondió: “es verdad, crecí en una piedad más bien cristocéntrica, en una religiosidad que conscientemente y de un modo pronunciado venía alimentada por la Biblia y entonces era orientada a Cristo. Pero de esto siempre forma parte ciertamente la Madre de Dios, la Madre del Señor”.[3]
Seguramente, nuestra vida espiritual debe ser cristocéntrica mediante la Palabra de Dios, los Sacramentos, la Caridad. Pero, como advirtió el mismo Benedicto XVI, “La Iglesia se aleja de la palabra bíblica, si en ella disminuye la veneración a María. Entonces ella, en realidad, no honra más, ni si quiera a Dios en el modo que a Él conviene”.[4]
Recuerdo también otra argumentación del Card. Ratzinger que más o menos decía así. Dios se hizo visible en la historia, relacionándose con la persona humana, tanto de ser llamado “Dios de Abram, de Isaac y de Jacob”. Y bien, con mayor razón Él es “el Dios de María”, encarnado en María. Para conocer a Dios es necesario conocer a María.
Basta con esto, queridos hermanos; cada uno puede agregar otros motivos y tantas experiencias de devoción mariana. Con esta carta entiendo sólo apreciar y estimular nuestra pastoral mariana, en los santuarios y donde sea. Entiendo recomendarles que renueven la piedad mariana personal. La devoción mariana da el clima espiritual de un consagrado. Si se desciende la temperatura mariana significa que también lo demás está enfriándose.
San Luis Orione hablaba de los “cuatro amores” – Jesús, Almas, Papa, María – que alimentan nuestro fuego, sacrificio, martirio, incendio de la caridad. Más de una vez él amplió el “Ad Jesum per Mariam” al “a Jesús, al Papa y a las Almas por la Virgen”, con la Virgen, como la Virgen.

* * * * *
El cuaderno de formación permanente.
Está distribuyéndose el Cuaderno de formación permanente para los años 2011-2012 preparado por el vicario Padre Joao Inacio con un grupo de redacción. Tiene por título: En el principio era la relación y trata la temática del segundo núcleo del documento del 13° Capítulo General.
Les pido que usen este subsidio y más aun, les pido que tengan atención a la propia formación permanente para vivir la edad madura con dignidad, frutos y alegrías.
Entrando en la edad madura y en la rutina de los años, hay una natural caída de la manifestación de la actividad, en las relaciones y se advierte una cierta soledad y cansancio interior.
Es necesario cultivar en la oración la compañía de Dios, “intimius intimo meo”(San Agustín) que “transfigura” y unifica la vida, que nos hace capaces de leer donde sea y siempre, la presencia amorosa de Dios.[5] No se trata de meterse en un refugio intimístico, sino de establecerse en una más profunda unidad entre la relación con Dios y la vida para Dios.
Sólo el amor de Dios es el que nos hace avanzar en la gratuidad, siendo conscientes de nuestras fragilidades y de nuestras miserias, sin depresión, avidez o agresividad.
Queridos hermanos, la vida nos pone a todos a prueba, “por el agua y el fuego”. Es necesario armarse interiormente para que “crezca el vigor a lo largo del camino” (Sal 84,8) y no nos suceda, por otra parte, de ser arrastrados, de vivir como mejor se puede, de manera lamentable para nosotros y para los demás, “ en aquel cansancio y debilidad enfermiza de espíritu que, al decir de Dante, “poco y más muerte” (Don Orione). Atención que “no se apague la lámpara” (cf. Mt 25, 1-13) por falta de aceite, o de no “poner debajo de un cajón” la vocación que ha iluminado la juventud (cf. Mc 4,21).
Llegando a los 50 o 60 años, no podemos permitirnos vivir en tono menor por otros 20-30 años. “quien no avanza, retrocede”, pero también, si no avanza, está triste. Miremos adelante. Recordemos que somos siempre útiles en el “work in progress” del Instaurare omnia in Christo, hasta el santo Paraíso.

Próximos compromisos de la Congregación.
Las principales noticias de los acontecimientos de la Congregación las encontran en el sitio www.donorione.org que presenta news cotidianamente.
Mirando adelante, en los próximos meses tendremos dos grandes acontecimientos de Congregación: el Congreso misionero (20-23 de noviembre) y el Congreso administrativo (23-26 de noviembre). Las reuniones comprometen un buen número de representantes de varias naciones, pero los temas involucran a todos. Sigamos su preparación y celebración y, sobretodo, recibamos y realicemos las orientaciones que surgirán de ellos.
En muchas Provincias se ha concluido apenas o se está realizando la visita canónica provincial. Son visitas trienales y no tienen el caracter de excepcionalidad, sino del normal cuidado de nuestra vida religiosa y apostólica. Tomemos de las manos de Dios los estímulos de la visita y de las indicaciones del superior provincial.
En mi agenda tengo anotadas algunas visitas más allá de los límites de Italia y Europa, como en Kenya (setiembre), en Argentina y Paraguay (octubre). Igualmente los consejeros cuidarán la unidad de la Familia con visitas en varias naciones. El Padre Joao Inacio estará en Costa de Marfil y Filipinas; El Padre Aquile Morabito en Polonia y Filipinas; el Padre Eldo Musso en Polonia, Argentina y Chile; El Padre Silvestro Sowizdrzal se ocupa de la Secretaría general y hasta Navidad no tiene programado viajes de distancias; El Padre Fulvio Ferrari visitará Costa de Marfil y Rumania. En los meses de febrero-abril estaremos todos en América Latina para la visita canónica general.
Compartí con el Consejo General un proyecto de ayuda a los pueblos afectados del hambre en el “Cuerno de África”. Todo el mundo sabe que la sequía y la carestía están cosechando decenas y decenas de miles de víctimas en Somalía, Etiopía y el Noreste de Kenia. Ya fue lanzado a toda la Congregación un apelo “Don Orione for Marsabit” que tiene como coordinador al Padre Eldo Musso, al Padre Malcom Dyer, delegado para la misión de Kenya, al Padre Alessio Cappelli responsable de la Fundación Don Orione, y al Fr. Paul Mboche, director en Kenia. Será una iniciativa de “ayuda de emergencia” hacia personas afectadas por la calamidad, como ya hizo Don Orione y tantos otros co-hermanos. Será también una ocasión para hacer sentir a la joven familia orionita de Kenya que detrás hay una gran Familia solidaria, la Congregación.

Motivos de oración.
Son tantos, tantos. Al primer puesto pongo aquello de pedir al Señor el fin de la carestía de vocaciones que aflije amplias regiones de la Iglesia y gran parte de nuestra Congregación. Los hijos son el primer bien. La falta de ellos es la mayor pobreza. Inmediatamente después, en las prioridades de la oración, viene la perseverancia en la vocación y en la cualidad de la vocación de nosotros, religiosos.
Confiemos pues, como siempre, a la bondad misericordiosa del Señor nuestros difuntos.
Los hermanos sacerdotes: Padre Giorgio Ancelliero, Padre Darío Falchetti, Hermano Miguel Ferrero, Hermano Jan Wesolowski, Padre Henryk Hermanowski y el Padre Ángel Pellizzari.
Las Hermanas: Sor María Vereconda, Sor María Olga, Sor María Vicenta, Sor María Elisa Miceli, Sor María Michelina de San José (Sacramentina), Sor María Laetare y Sor María Romana.
El papá del Padre Stefano Bortolato y del Hermano Emanuel Hongra. La mamá del Padre Fausto Franceschi, del Hermano Jean Clemnt Somda y del Clérigo Dirceu Rosa. El Hermano del Padre Ángelo Pasinato, del Padre Julio Francisco Martínez Val, del Padre Mario Rinaldi, del Padre Serafino Tosatto, del Padre Enrico Brunetta, del Padre Abel Padín, del Padre Moreno Cattelan, del Padre Ettore Paravani e del Padre Secondo Moretti, hermano del Padre Giuliano, ya fallecido. La hermana del Padre Salvatore Prosperi Porta y del Padre Fieroavante Agostini.
De los Amigos y Bienechores recordamos en particular Mons. Adolfo Zambardi, Bianca Sterpi sobrina de nuestro Venerable Padre Carlo; Carlo Boggio Sola, ex- alumno benemérito; Alice Amici, casi desconocida por nosotros pero muy generosa por las obras de bien. Cada Provincia recuerde y haga rezar por los propios Amigos y Bienechores difuntos. No acostumbro nombrar a los hermanos religiosos enfermos por los que rezamos. Esta vez hago una excepción por el Padre Pablo Bussolini, el Busso de noventa años, orionino de dos mundos (Italia y Argentina). Lo visité hace poco con el Padre Eldo en Fumo, encontrándolo con sufrimientos pero contento de haber dado la vida al Señor, por las almas y la Congregación.

Pongamos a todos en nuestras oraciones. El Señor bendice y escucha a los hermanos que rezan por sus hermanos.
La Santísima Virgen de la Guardia y San Luis Orione nos protejan y custodien nuestras instituciones. Con cariño en el Señor los saludo y recuerdo en la oración.

Padre Flavio Peloso, FDP
Superior general
[1] Benedicto XVI explica que cuando Jesús, sobre la cruz, proclamó la maternidad universal de María, escogió como su primer hijo espiritual un apostol, un sacerdote, Juan, que dice: «Ahí está tu madre!» (Gv 19, 27). Por tal entrega, cada sacerdote, como Juan, está llamado a tomar consigo María, ¡qué tierno afecto!, ¡qué consolante compañía y potente ayuda para su vida!: «El discípulo la llevó a su casa».
[2] Sobre los pasos de Don Orione 165.
[3] Benedicto XVI, Luz del mundo. Una conversación con Peter Seewald, Edición Vaticana, 2010, p.228-229.
[4] María – Iglesia naciente, San Pablo, Cinisello Balsamo 1998, cap. IV "Tú eres la llena de gracia".
[5] Cfr Carta circular “La sola cosa necessaria”.

CON JESÚS EN EL CORAZÓN, LA CONFESIÓN PARTE IV



“ES ASÍ QUE SE HONRA A LA VIRGEN: CON JESÚS EN EL CORAZÓN”.
En la carta sobre los santuarios se insiste también sobre la confesión, porque “ el santuario es también el lugar de la permanente actualización de la misericordia de Dios” (Santuarios 13). En este sentido, es necesario ”favorecer y, en donde sea posible, intensificar la presencia constante de sacerdotes que, con ánimo humilde y acogedor, se dediquen generosamente a escuchar las confesiones sacramentales”, poniendo “en evidencia el vínculo estrecho que une la confesión sacramental y una nueva vida, orientada hacia una decidida conversión”. Es oportuno además que haya a disposición “en lugares aptos (por ejemplo, posiblemente, capilla de la Reconciliación) confesionarios provistos de una rejilla fija” (Santuarios 15).
Queridos hermanos, es un gran honor, por cierto no carente de sacrificios, ser ministro de la misericordia en un santuario. Se han dado cuenta los hermanos sacerdotes que han desarrollado este ministerio como “trabajo” cotidiano en el Santuario de Pompeya, o los que confiesan en el Santuario de la Incoronata, de la Guardia, de Itatí y en otros.
Quien va a los santuarios, “clínicas del espíritu” espera siempre encontrar confesores disponibles. En muchas parroquias, por varias razones y por algún descuido, casi no se confiesa más.
¡Para quién tiene tanto que hacer el confesar pude ser una “carga”; pero jamás una “pérdida de tiempo”! Para tantos hermanos sacerdotes ancianos y enfermos los límites de la salud con frecuencia se transforman en una condición favorable para desarrollar el ministerio de la confesión y de la escucha espiritual, muy activos todavía como sacerdotes. Pienso a un Padre Santella en Roma, o al Padre Luis Lazzarin en Bello Horizonte, o al Padre Adolfo Gigón en Claypole, que permanecieron “vivos” y requeridos para las confesiones hasta el final. La gente andaba a ellos igualmente por el Bien más valioso. También ellos se sentían valiosos, “¡en la vejez darán todavía frutos” (Sal 92, 15)!
La confesión se vive en el secreto del diálogo personal. ¡Cuánto bien y también cuanto mal puede hacer el sacerdote con sus palabras! Por esto es necesario que “sean bien formados en la doctrina y no descuiden el estar al día sobre todo en cuestiones atinentes al ámbito moral y bioético. También en el campo matrimonial, respeten cuanto responsablemente enseña el magisterio de la iglesia. Eviten de manifestar en sede sacramental doctrinas privadas, opiniones personales o valoraciones arbitrarias no conformes con lo que la Iglesia cree y enseña” (Santuarios 17-18). Muchas personas, especialmente las más alejadas, se forman un concepto de vida y de doctrina cristiana de aquello que reciben de estos encuentros en el santuario.

La Eucaristía es “cumbre y fuente” de toda la vida cristiana (SC 10 y PO 5). También de la vida del santuario. Hay que cuidar todos los aspectos que puedan facilitar el acercamiento de la gente a la misma. Muchas veces los peregrinos y también los turistas entran en el santuario mientras se está celebrando la Santa Misa. Con frecuencia se detienen aquellos que no tienen la costumbre de participar en la Misa. Si “ven” que la celebración está bien hecha, con fe, decorosamente, también ellos serán atraídos por el recogimiento. El canto puede ayudar, también la música, el silencio ayuda, como la homilía bien hecha y comunicativa. Todo debe responder a criterios dignos y sagrados. Mientras “un estilo celebrativo, que introduzca innovaciones litúrgicas arbitrarias, más allá de confundir y dividir los fieles, hiere la venerada tradición y la autoridad misma de la Iglesia, como también la unidad eclesial” (Santuarios 21)

“Menos misas y más misa” es aún una sabia indicación para poner en práctica también en los santuarios. En los tiempos de mayor presencia de gente es oportuno ofrecer mayor facilidad (y por lo tanto frecuencia) para participar en la Misa, pero ninguna celebración debe realizarse sin la debida dignidad. Jamás debe ser sin vida, a las apuradas, sin cantos ni homilía, por más simple que sea.
El Papa Benedicto XVI escribió y lo repite que “la mejor catequesis sobre la Eucaristía es la misma Eucaristía bien celebrada” (Sacramento de la Caridad 64)
Para orientar a Cristo durante la visita al santuario es de gran eficacia la adoración eucarística que manifiesta “aquello que está en el corazón de la celebración: la unión con Cristo hostia” (Santuario 23). La carta exhorta a atribuir “notable inportancia al lugar del tabernáculo en el santuario (o también de una capilla destinada exclusivamente a la adoración del Santísimo) porque es en sí mismo un imán, una invitación y estímulo a la oración, a la adoración, a la meditación, a la intimidad con el Señor” (Santuario 23). Deben ser bien cuidadas la exposición, la adoración y las bendiciones solemnes. Muchos diálogos profundos nacen delante del Santísimo Sacramento: de consuelo, de arrepentimiento, de conversión, de confianza, de escucha de los llamados interiores del bien.
Que todo lleve a concebir que el santuario es el lugar de la Presencia, de la Permanencia; es Casa y Templo y no simplemente lugar para visitar y ver.

“Unir a una obra de culto una obra de caridad”
Me sorprendió un poco y me alegré que la Carta sobre los santuarios pida que “en fidelidad a la gloriosa tradición, no se olviden de comprometerse con las obras de caridad y los servicios de asistencia, de promoción humana, en la salvaguardia de los derechos de la persona, en el deber con la justicia, según la doctrina social de la Iglesia” (Santuarios 30).
Sabemos que ésta es una directiva característica, típica e insistente de Don Orione, tanto que fue presentada como una costumbre de la Congregación por el Abad Caronti: “Es praxis entre nosotros unir siempre a la Obra de culto una Obra de caridad”. [1]
De esta regla práctica conviene tener siempre las motivaciones espirituales y pastorales. “Muchos no saben entender la obra de culto – escribía Don Orione – y entonces será necesario unirla a la obra de caridad. Estamos en tiempos en los cuales si ven al sacerdote sólo con la estola, no todos lo siguen; pero si en cambio ven al sacerdote rodeado de ancianos y huérfanos, entonces sí que arrastra ... la caridad arrastra. La caridad mueve y lleva a la fe y a la esperanza”. [2]
En los santuarios, las obras de caridad y de misericordia hacia los más necesitados son el complemento del “Ad Jesum per Mariam”. Son el “Ad Jesum per caritatem”. “La Caridad abre los ojos a la Fe y enardece los corazones de amor hacia Dios”.
Esta práctica está aún muy metida en la Congregación y modela las estructuras y las actividades de tantas de nuestras comunidades. Pude constatarlo y admirarlo recorriendo el mundo orionita. Observo de todos modos que deberíamos comprometernos más para que entre la obra de culto (mariana y parroquial) y la obra de caridad exista una sinergía efectiva, complementariedad y comunión. Cuánta eficacia recibe la actividad de un santuario (parroquia) de la presencia viva e integrada de una obra de caridad que constituya una unidad con la pastoral. Cuánta vitalidad surge de la actividad de una obra de caridad educativa o asistencial en la relación más amplia con la gente que frecuenta la iglesia o el santuario.
Creo que sea importante valorar y poner en práctica otra recomendación que nos llega de la Carta cuando dice “En torno a ellos es bueno que florezcan también iniciativas culturales, como por ejemplo congresos, seminarios, muestras, reseñas, concursos y manifestaciones artísticas sobre temas religiosos. De este modo los santuarios se convertirán también en promotores de cultura, sea intelectual que popular” (Santuarios 30).
Algo, gracias al celo pastoral de los cohermanos, se hace. Pienso en la tradición de los congresos y encuentros en el santuario de la Incoronata de Foggia; a la fiesta del Papa en el de la Guardia en Tortona; también en el nuevo santuario de Bonoua se vio rápidamente la necesidad de tener amplios salones para la catequesis y reuniones varias.
[1] Carta del 3 de mayo, 1938; Escritos 117, 107; igualmente también en la carta de febrero de 1929; Escritos 53, 39. “Es costumbre unir posiblemente siempre a una obra de Culto una obra de caridad”; Escritos 80, 177. A la Incoronata de Foggia, es habitual que la comunidad que ofrece el hábito para la solemne “vestición” de la Virgen debe ofrecer el equivalente para una obra de caridad.

[2] Reuniones, p. 95. Don Orione al archipreste Giovanbattista Chiosso de Torriglia: “Será entendida mucho más aún – también por quien practica poco, - la devoción a la Virgen, cuanto al culto, vaya unida una obra de caridad, a favor de los pobres”; carta del 27.11.1937, Escritos 38, 158 . “A una obra de fe, de culto y de piedad hacia Dios y la Virgen Su Madre, irá entonces unida una obra de beneficencia, de caridad, de piedad hacia el prójimo”; Escritos 92, 216.

A LA LITURGIA, A TRAVÉS DE LA DEVOCIÓN, POR DON FLAVIO PELOSO PARTE III

AD “JESUM PER MARIAM” SIGNIFICA TAMBIÉN “A LA LITURGIA A TRAVÉS DE LA DEVOCIÓN”
El “A Jesús por María” se convierte celebrativamente “a la liturgia a través de la devoción”. El culto a María bien hecho, conduce al culto de Dios. Don Orione logró esta mediación. Tenemos que conseguirlo también nosotros. Muchos escritos, testimonios y crónicas ilustran cuales fueron el estilo y la organización de las fiestas, de las peregrinaciones, de las celebraciones marianas de Don Orione. Todo estaba concentrado a conducir los fieles a los sacramentos, a hacer experiencia de Iglesia, a la evangelización en las verdades cristianas. Es verdad que se necesita un gran cuidado para convertir el movimiento de devoción a María, muchas veces ingenuo pero existencialmente vivo, en un auténtico encuentro y relación con Dios.
La escucha la Palabra de Dios “asume un rol esencial en la vida pastoral del santuario”(Santuarios 6), sea donde ella llegue: la escucha litúrgica, ofrecida como respuesta a los interrogantes de la vida, percibida durante la oración, surgida del diálogo confidencial con la Virgen. En los santuarios y en nuestras propuestas de devoción mariana debemos favorecer en todas las formas, el encuentro con la Palabra de Dios. Don Orione hacía observar que: “María está por encima de las creaturas, porque entre todas fue aquella que más amó, observó y honró la Palabra de Dios. Dichosos nosotros si, con la ayuda de la Santísima Virgen, llegaremos a amar y observar la Palabra de Dios, unir nuestra voluntad a la de Dios: es sólo esta unión la que nos hace santos!”. [1]
El documento sobre la pastoral de los santuarios exhorta: “Los ministros sagrados tienen el deber de preparar el anuncio, en la oración y en la meditación, purificando el contenido del anuncio con la ayuda de la Teología espiritual, en la escuela del Magisterio y de los Santos” (Santuarios 6).
Por su parte, San Luis Orione recomendaba: “Estén sedientos de la Palabra de Dios, y que sea la vida de ustedes”. [2] “Administren la Palabra de Dios, de forma breve y preparándose: sustancia y practicidad, y con unción”. [3]
“Las prédicas de Don Orione – recuerda el Padre Bianchi – eran una citación continua de la Sagrada Escritura y del Evangelio; esto puede manifestar la veneración por los textos sagrados y la pasión con que los estudiaba”. [4] El sabía alternar la oratoria solemne y precisa con el uso de la lengua hablada por el pueblo humilde, del dialecto, para ser más incisivo y llegar al corazón y la mente de los que lo escuchaban, sobretodo en las peregrinaciones y en las fiestas populares.
Trasmitió un verdadero culto del Evangelio. “ ¿Qué es el Evangelio? Es el libro de Dios, es la vida, la palabra, la doctrina de Jesucristo. Es la historia del Señor: el Verbo de Dios escrito. Como el Santísimo Sacramento de la Eucaristía es el Verbo de Dios vivo, asi el Evangelio y la Sagrada Biblia son el Verbo de Dios escrito”. [5]

La Liturgia es la expresión máxima de la relación con Dios, con la Virgen, con los Santos. Por lo tanto los responsables de la pastoral en los santuarios tienen la tarea de: “instruir a los peregrinos sobre el carácter absolutamente preeminente que la celebración litúrgica debe asumir en la vida de cada creyente. Las prácticas devocionales personales no son obtaculizadas ni rechazadas, al contrario, son favorecidas”. Es una oportunidad y no un obstáculo para la vida cristiana. [6] “ pero no sustituye la participación en el culto litúrgico” (Santuarios 12).
Especialmente hoy, cada uno de nosotros debemos tener en el corazón, como rectores o acompañando grupos de fieles hacia el Santuario, el hecho de favorecer una relación efectiva entre devoción personal, la Palabra de Dios y la Liturgia comunitaria.
Quien tiene interés por las Almas aprovecha de tantas pequeñas ocasiones. Por ejemplo, los lugares donde se reciben las “promesas”, si se preparan bien con signos o carteles explicativos, pueden ayudar a entender mejor la Providencia de Dios en la vida de las personas, los frutos que la fe puede producir. Cada Santuario tiene sus bendiciones. En los santuarios se pide la bendición para todo, se pide la protección, se quiere llevar alguna cosa “de Dios”, de la “Virgen”, de sagrado. En el Santuario de la Incoronata de Foggia todos van para ser ungidos con el aceite santo de la Virgen; otras personas llevan el coche nuevo para bendecirlo y la lista continúa. Estos momentos también son oportunos para decir una palabra de fe, para encontrar la familia, las personas.
El sacerdote, entre las tantas actividades ordinarias del santuario, tiene que dar la precedencia a aquellas que le dan mayor posibilidad de involucrarse en una relación espiritual personal con los peregrinos. También en este ámbito de nuestro apostolado, tenemos que ocuparnos sobretodo de aquello que es más propio de nuestro ministerio, dejando otros compromisos a los colaboradores laicos.
[1] Discurso a las Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad, 18 de febrero de 1918.
[2] A los sacerdotes, 23.7.1939; Escritos 3, 526.
[3] Al Padre Cándido Garbarino, Escritos 67, 85.
[4] Testimonio del Padre Luigi Bianchi, Informativo, 100.
[5] Discurso a las Pequeñas Hermanas Misionarias de la Caridad, 11 de setiembre de 1919.
[6] Cfr mi Editorial sobre “Don Orione hoy”, mayo de 2011, p.3- 4.

lunes, 19 de diciembre de 2011

LA PASTORAL DE LOS SANTUARIOS EN LA CONGREGACIÓN, POR DON FLAVIO PELOSO PARTE II

LA PASTORAL DE LOS SANTUARIOS EN LA CONGREGACIÓN.
Es un sector de actividad muy consistente de la Congregación. Quisiera recordar los santuarios a los que actualmente se dedican tantos de nuestros religiosos, ya sea para hacerlos conocer y también para dar un reconocimiento especial a cuantos trabajan y han trabajado en ellos. La mayoría son santuarios marianos, pero algunos son también dedicados a los Santos.

Primeramente pongo los tres santuarios actualmente más frecuentados.




1. Tortona, Santuario-Basílica de la Virgen de la Guardia. Es el Santuario de Don Orione y de la Congregación por excelencia; lo quizo San Luis Orione (con un voto popular en 1918), ideado, construido con sus clérigos, organizado según sus ideales y su estilo mariano. Es el “pulmón espiritual” de una gran región; miles de peregrinos lo visitan durante todo el año. La fiesta del 29 de agosto, continúa siendo, como él quería, también la fiesta de la familia de la Congregación.
2. Itatí, Santuario de Nuestra Señora de Itatí. Lo recibe San Luis Orione mientras estaba en Argentina, hace exactamente 75 años. Es un santuario nacional, inscripto en la historia religiosa y popular de los guaraníes, difundido en la zona del norte de la Argentina (Corrientes, Misiones y el Chaco), en el sur del Brasil, y en Paraguay y también en Uruguay. La Congregación ha construido un nuevo y amplio santuario rodeado por varias instituciones de caridad. La presencia de gente es muy notoria.

3. Foggia, Santuario–Basílica de la “Madre de Dios Incoronata”. También este es un Santuario de una prolongada historia, unido a la aparición de la Virgen en el año 1001 y parte de la cultura y de las tradiciones de la región. En 1950 fue confiado a la Congregación que lo promovió construyendo el nuevo edificio y atendiendo la pastoral. Es meta de peregrinaciones durante todo el año, con centenares de miles de personas.
Paso a elencar los santuarios ligados historicamente a San Luis Orione.
4. Casei Gerola (Tortona), Santuario de la Virgen de las Gracias y de San Agustín. Es un un Santuario rural, ligado a la vocación de Don Orione; estaba abandonado y, en su puerta, Luis, de doce años de edad, le pedía a la Virgen que lo ayude para ser sacerdote. El viejo edificio lo recibe en el año 1932, fue restaurado y todavía es atendido por nuestros Religiosos.

5. Santuario de la Virgen de Monte Espineto de Stazzano. Este Santuario, de la diócesis de Tortona, en una posición privilegiada, es confiado a Don Orione y ubicó allí a los ermitaños de la Divina Providencia en el año de 1906; permanecieron hasta el año 1920. Hace ya unos veinte años que el Santuario volvió a ser atendido por los Orionitas.

6. Fumo de Corvino (Tortona), Santuario de la Virgen de Caravaggio. Menos conocido y frecuentado que aquel de Tortona, constituye una página maravillosa de la devoción mariana de Don Orione, del canónico Perduca y de los clérigos albañiles que lo construyeron; fue inaugurado en 1939. Desde entonces, es meta mariana y “confesionario” para tanta gente de la zona.

7. San Pablo (Brasil), Santuario de Nuestra Señora de Aquiropita. Fue construido en el centro de la ciudad por inmigrantes italianos trayendo la devoción desde Rossano Calabro. San Luis Orione celebró varias veces allí. En 1926 fue confiado a la Congregación. Es uno de los lugares de fe más popular de la ciudad de San Pablo, muy frecuentado en el período de la fiesta (15 de agosto) y amado también por las obras de caridad que lo rodean.

8. La Floresta (Uruguay), Santuario de nuestra Señora de las Flores. Asumiendo la voluntad de inmigrantes italianos de Montevideo, Don Orione trasplantó allí la devoción tan apreciada por él, de la Virgen de las Flores de Bra. El Santuario es por ahora diocesano y tiene una discreta frecuencia de devotos.

9. Messina, Santuario de Santa María del Consuelo. Fue una idea de Don Orione, ya en el tiempo transcurrido en la zona después del terrible terremoto del año 1908. Puso a la veneración un hermoso cuadro de la “Virgen del Consuelo” venerado en Turín. De una iglesia muy precaria, se convierte en un hermoso Santuario; ahora también es parroquia.

10. Avezzano, Santuario de Nuestra Señora del Sufragio. Está unido al “sufragio” por las víctimas del terremoto de la Mársica (1915). Lo quiso Don Orione y fue construido en tiempos sucesivos. Está unido a otras obras de la Congregación y es frecuentado por la gente del lugar.
Un buen número de otros santuarios marianos fueron abiertos y confiados a la Congregación en diversos tiempos, posteriores a Don Orione.
11. Río de Janeiro, Santuario de Nuestra Señora de Fátima. Se trata de un Santuario muy hermoso y amplio, construido en la mitad del siglo pasado, que quedó un poco oculto por los edificios construidos a su alrededor. Tiene una frecuencia más que nada de la gente del lugar.

12. Barranqueras, Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción de la Buena Esperanza. Es santuario arquidiocesano, de septiembre de 1954 nombrada por ley “Patrona de la Provincia” y desde el 5 de mayo de 1956, Patrona principal de toda la Diócesis de Resistencia.

13. Boston, Santuario de Nuestra Señora Reina del Universo. El Santuario diocesano fue inaugurado en 1960; tiene adelante una réplica de la imagen de la Virgen de Arrigo Minervi, idéntica a la que está en la colina de Monte Mario en la ciudad de Roma. Actualmente nuestros religiosos desarrollan también la pastoral hispánica y brasilera de quienes habitan en Boston.

14. Paternó, (Sicilia) Santuario de María Santísima de la Consolación. La Congregación asume el cuidado pastoral de este Santuario diocesano en 1966. Está construido en una excelente ubicación, en un lugar alto, constituye la memoria de una aparición del 1580. Es muy querido y frecuentado por la gente de una amplia área en torno al volcán Etna.

15. Rokitno (Varsovia), Santuario de la Virgen Auxiliadora de los Primados de Polonia. Fue construído en el 1800, y confiado a la pequeña Obra en el año 1986. Es muy artístico e ilustre, objetvo de visita más que de devoción popular. Es también sede parroquial.

16. Lahiszyn (Pinsk), Santuario de la Virgen Reina de Polesie. Fue una de las pocas iglesias que permaneció abierta bajo el régimen soviético porque estaba muy enraizada en la tradición religiosa de la gente. Desde 1990 fue confiado a la Congregación. Es el Santuario más popular en la amplia región de Pinsk y de toda la Bielorusia.

17. Bonoua, Santuario de Nuestra Señora de la Guardia. Es el último gran Santuario construido en la Congregación en Costa de Marfil. Moderno, amplio, elegante y sobretodo frecuentado ya por miles de personas en peregrinación desde las zonas vecinas.

18. Seregno, Santuario de María Auxiliadora. También este nació como capilla del Pequeño Cottolengo y es muestra de cómo la devoción a la Virgen y el dedicado servicio a las confesiones, puede atraer a tanta gente.
Finalmente agrego también otros santuarios de la Congregación dedicados a los Santos, porque tienen un dinamismo pastoral similar a aquellos marianos.
19. Fano, Santuario San Juan Bosco. Don Orione estaba orgulloso de decir que era el primer santuario dedicado a San Juan Bosco, apenas canonizado. En efecto fue inaugurado en 1934. Anexado a una institución educativa, fue por un tiempo parroquia, para volver a ser después exclusivamente santuario.

20. Reggio Calabria, Santuario de San Antonio, Fue promovido por Don Orione que retomó y renovó la devoción local hacia el Santo más popular de la Iglesia. El edificio es imponente y elegante, frecuentado sobretodo por la gente de la ciudad; desde algún decenio es también parroquia.

21. Palermo, Santuario de Santa Rosalía. Es el Santuario ciudadano, metido en una roca natural sobre el Monte Peregrino. La devoción a la Santa remonta al siglo XIII y todavía es muy popular y rica de tradiciones. El Santuario fue confiado a los cuidados pastorales de la Congregación en 1948.

22. Claypole, Santuario de San Luis Orione. La Iglesia del Pequeño Cottolengo es declarada Santuario dedicado a nuestro Santo y es el lugar donde se encuentra la insigne reliquia de su Corazón. La popularidad de Don Orione y del Pequeño Cottolengo en Argentina alimenta la presencia numerosa de peregrinos en el Santuario.

23. Cotia (San Pablo) Santuario de San Luis Orione. También aquí, después de la canonización de Don Orione, la iglesia del Pequeño Cottolengo es declarada Santuario diocesano. Es muy hermoso, en un lugar muy privilegiado. La presencia popular aún debe ser promovida.


LOS SANTUARIOS, “OASIS EN EL DESIERTO DE ESTA POBRE VIDA” [1]
El cardenal Mauro Piacenza, presentando la carta a los Rectores de los santuarios de todo el mundo, a la que haré referencia con frecuencia,[2] explicó que: “Esta carta tiene especialmente la finalidad de insertarse en el gran movimiento de la nueva evangelización que nos compromete a todos en la Iglesia. Se pretende concentrar nuestra atención sobre estos lugares que Pablo VI llamaba “las clínicas del espíritu” porque en un período de mucha secularización probablemente más aún, estos santuarios tienen una función ... ayudar al encuentro con el Señor, revisando la propia vida”.
La afirmación es evidente. “En un clima de difundido secularismo, el santuario continúa, todavía hoy, a representar un lugar privilegiado en el que el ser humano, peregrino sobre esta tierra, hace experiencia de la presencia amorosa y salvífica de Dios” (Santuarios 3). Más áridos se convierten los surcos del camino de nuestra vida, más crece la necesidad y el deseo de ir allá, donde la tierra es fértil.
En la pastoral que, como aquella orionita, pretende ser “popular”, dirigida a los pobres y alejados de la fe, la devoción mariana es un camino de evangelización, es un freno al secularismo, es una manera para acercar la gente a la paternidad de Dios y a la maternidad de la Iglesia, motivados por el afecto a María.
En el Santuario se “encuentra un espacio fecundo, lejos de las preocupaciones cotidianas, donde uno puede recogerse y recuperar un nuevo vigor espiritual para retomar el camino de fe con mayor ardor y buscar, encontrar y amar a Cristo en la vida ordinaria, en medio al mundo” (Santuarios 3).

La importante Carta sobre los santuarios anima y orienta esta pastoral. Por otra parte, la frecuencia a los santuarios de todo el mundo está creciendo de un modo sorprendente. Es un dato relevante del que se habla cada vez más con seriedad pastoral. Todas las estadísticas nos dicen que hoy está en crisis la pertenencia a las instituciones de todas las religiones, comprendidas la católica, pero es fuertemente creciente la búsqueda del sentido, de la espiritualidad, la nostalgia de lo sagrado. Por ejemplo, en Italia, según una reciente estadística, solo un 25% frecuenta la Misa dominical, pero cerca del 40% declara rezar todos los días y el 70% dice que reza una vez por semana.
La confirmación de esta devoción popular que se manifiesta en los santuarios, especialmente en aquellos marianos, está en el hecho de que haya resistido a la tempestad de la contestación de los años setenta y al desierto del secularismo actual. Aunque las iglesias en la ciudad y en los pueblos se vacíen, los santuarios no conocen las crisis y son frecuentados también por personas que no participan de las parroquias.
¿Qué sucede? ¿Cómo explicar este fenómeno? La persona humana con frecuencia, no reconoce a Dios, pero conoce bien la propia soledad, el proprio límite, y siente la necesidad de expresar la propia invocación, la propia confianza, la propria relación a pesar de ser tan incierta. El santuario constituye un lugar y un tiempo del espíritu para reconocer y expresar esta profunda e inalterable necesidad de salvación que es, en definitiva, necesidad de Dios.
Se reconoce que: “la piedad popular es de gran importancia para la fe, la cultura y la identidad cristiana de muchos pueblos. Ella es expresión de la fe de un pueblo, verdadero tesoro del pueblo de Dios en y por la Iglesia: para entenderlo, basta imaginar la pobreza que resultaría para la historia de la espiritualidad cristiana de Occidente la ausencia del Rosario o del Via Crucis, como de las procesiones. Son solo ejemplos, pero suficientemente evidentes para hacer ver lo imprescindible que son” (Santuarios 9).
[1] Tomo esta expresión de Don Orione, trayendo la misma cita de la que es tomada: “Los Santuarios son como oasis en el desierto de esta pobre vida; que los seres humanos son como peregrinos Cansados y heridos muchas veces muriéndose a lo largo del camino. Allá encuentran consuelo, descanso para curar el espíritu; Allá se dejan a un lado las heridas del corazón… Los Santuarios son faros de luz que aclaran las mentes y recuerdan las verdades del Evangelio. Son centros de irradiación de la misericordia divina y de la bondad materna de María. Son fuentes de elevación espiritual, de fe, de elevación moral por las almas desanimadas y cansadas. Son llamas que brillan sobre los montes, y mueven los corazones a sentimentos altos, a pensamientos del cielo. En el gris oscuro de la vida material, los Santuarios son faros que hacen camino a las almas en peligros, son fuentes de donde surge el agua de las consolaciones que lleva a la vida eterna”; Parola, 16.4.1928; III, 141.
[2] Ver nota 1; será citado Santuario

""A JESÚS POR MARÍA"" POR DON FLAVIO PELOSO PARTE I

AD JESUM PER MARIAM
La devoción mariana en la vida y en la pastoral de los Orionitas.


29 de agosto de 2011
Fiesta de la Virgen de la Guardia


Queridos hermanos,

Tuve una gran alegría también este año, en la Fiesta de la Virgen de la Guardia de Tortona. Se repitió el habitual espectáculo de fe y de presencia multitudinaria. Llevé conmigo el texto, que leí hace poco, de un documento de la Congregación vaticana para el Clero. Se trata de la Carta a los Rectores de los santuarios de todo el mundo. [1] En ella se invita a valorizar la devoción popular mariana como camino de experiencia de Dios y de evangelización en un contexto de secularismo y de pérdida del sentido religioso. Puse esta carta mariana delante de San Luis Orione, en su Santuario de Tortona. La carta actualiza la convicción de San Luis Orione: “Entregar la Virgen María a las almas, quiere decir darles a Jesucristo, la Iglesia, la fe, quiere decir darles la salvación”. [2]
Hacía tiempo que quería dedicarle atención y una reflexión a la devoción mariana en la vida y la pastoral de los Orionitas. Este camino de caridad pastoral fue tan practicado e inculcado por nuestro santo Fundador, “alma mariana”[3] que todo lo vió y vivió “en la luz de María”.[4] No puedo dejar de recordar que mi primer encuentro de estudio con San Luis Orione y sus fuentes en el archivo, se dió en ocasión de mi tesis de licenciatura en liturgia con el tema: “La devoción popular mariana en el beato Luis Orione.[5]
A Jesús por María. La promoción de la devoción popular mariana es un ámbito relevante de nuestro apostolado. Implica directamente a muchos religiosos y santuarios de la Congregación, pero sabemos que compromete un poco a todos, porque donde está el pueblo ahí está la devoción mariana, en las parroquias, en las casas de caridad, en las escuelas, en las misiones, en las casas de formación, con los jóvenes, con los enfermos, en nuestras más variadas actividades. La devoción mariana no está reservada a un tipo particular de actividad y de personas, sino que hace referencia a un clima, una modalidad, un modo de ser de nuestra vida y de nuestra caridad pastoral. Si es verdad que “no se puede ser cristiano sin ser mariano” (Pablo VI, el 24.4.1970, en el Santuario de Bonaria), tampoco se puede ser orionita sin ser mariano.

UN RECURSO PARA VALORAR.
Hay quien ha visto – y ve – a las “devociones populares” con un poco de sospecha, como que fuera algo infantil o mágico: desde el rosario al escapulario, desde el peregrinar hasta el signo de la cruz antes de partir para un viaje o de iniciar un partido de fútbol. Otros notaron que ciertas prácticas devocionales se convirtieron en una justificación sentimental e individualista para evitar el compromiso de un encuentro personal y comunitario con el Señor que se hace encontrar principalmente en los sacramentos de su presencia, en la liturgia de la Iglesia. Para entendernos: voy al santuario, enciendo una vela, hago una ofrenda y digo alguna oración... pero después no voy nunca a Misa, no escucho la Palabra de Dios, no vivo según el Evangelio y sigo adelante sin arrepentirme ni convertirme. Para decirlo con Don Orione: “Se hace una procesión y todos gritan “Viva María”: en general, esto es todo lo que saben de religión, pero pocos saben el Padre Nuestro o la Salve; se puede decir que casi nadie sabe los principales misterios de la fe o los mandamientos de Dios; de esta ignorancia surge que muchos viven en concubinato como si nada fuese ...”. [6] En no pocos casos, en algunas formas de piedad popular se mezclaron también elementos de superstición, o prácticas paganas, o rigidez psicológica.
Por tanta ambigüedad en las expresiones devocionales, una persona o grupo de personas que exprece la propia fe de modo concreto, fuera del ámbito litúrgico o doméstico, corre el riesgo de ser juzgado de retrógrado, fanático, o peor aún, un psicópata.
Es necesario tener en cuenta todo esto, pero es innegable que existe un sentimiento religioso auténtico y popular innato en la naturaleza humana. El eco de nostalgia y de deseo de la paternidad de Dios, si no se expresa de un modo auténtico, vivo, cristiano, es decir “de hijos”, empuja a buscar otras formas de “devoción” a tientas, de un modo mágico, sectario, hechicero, con prácticas satánicas, supersticiones y neurosis de todo tipo.

El Magisterio expresó varias veces su estima por la piedad popular y sus manifestaciones. Ha llamado la atención, insistiendo a los que la ignoran, la dejan de lado, o la desprecian, a que asuman una actitud positiva hacia sus valores, porque es “un verdadero tesoro del pueblo de Dios” (Marialis cultus, 31).
El n. 1679 del Catecismo de la Iglesia Católica expresa claramente la actitud práctica de la Iglesia con respecto a las devociones populares: “Además de la liturgia, la vida cristiana se nutre de formas variadas de piedad popular, enraizadas en las distintas culturas. Esclareciéndolas a la luz de la fe, la Iglesia favorece aquellas formas de religiosid ad popular que expresan mejor un sentido evangélico y una sabiduría humana, y que enriquecen la vida cristiana”.
También hoy, y tal vez especialmente hoy, en nuestro contexto histórico-cultural, las devociones populares antiguas y nuevas son todavía una riqueza y un recurso para nuestra vida cristiana.
Para nosotros orionitas, se agrega también un motivo carismático para animar el cuidado de las devociones populares. San Luis Orione recomendaba: “Nosotros queremos, recuérdenlo siempre, queremos estar con el pueblo también en esto, en salvar su fe, en incrementar su vida cristiana, sobretodo por medio de la fe popular, las devociones populares ... sobretodo insistiendo en el sentimiento de confianza en Dios y en María Santísima”. [7]
[1] Congregación para el Clero, Carta a los Obispos y Rectores de los Santuarios de todo el Mundo, Ciudad del Vaticano, 15 agosto 2011.
[2] Parola, 17.2.1932; V, 20.
[3] Don Orione alma mariana. Quaderno n.56, 1983.
[4] Don Orione a la luz de María Madre de Dios es el título dado a la hermosa obra en 4 volúmenes del Padre Giovanni Venturelli que constituye práticamente una biografía de San Luis Orione propuesta en perspectiva mariana.
[5] La devoción popular mariana en el beato Luis Orione, Instituto Litúrgico Pastoral – San Anselmo, año 1983.

[6] Escritos, 96, 222.
[7] Palabra del 17.4.1938; VIII, 244.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

EL BURRITO DE LA DIVINA PROVIDENCIA

El burrito de la Divina Providencia
“¿En serio, padre, Don Orione decía que era un burro de Divina Providencia?”, me preguntó asombrada mi profesora de Tagalo, cuando leyó algo que yo había escrito sobre Don Orione a modo de tarea. Recuerdo que ella no podía comprender como Don Orione: santo, fundador, hombre de Dios, misionero, etc.; dijese que su vocación era ser un burro de la Divina Providencia,[1] así que le conté algunas anécdotas del Fundador y le explique de modo sencillo que significaba para él ser un burro de la Providencia.
Un año más tarde, la curiosidad me llevo a profundizar un poco más acerca de estas palabras de Don Orione y saber qué significaba para él ser un burrito de la Providencia y qué implicancias tendría en su vida y su obra.
Encuentro con un cura extraño
El primer encuentro del joven Ignacio Silone[2] con Don Orione quedará grabado en la memoria del escritor italiano, quien escuchará de los labios del Fundador la autodefinición de su vocación: “vivir como un auténtico borrico de la Divina Providencia”.
Este encuentro estuvo marcado por dos momentos: uno de rebeldía e impertinencia, donde el joven Silone estaba enojado, ya que pensaba que Don Orione no lo había ido a buscar al instituto donde estaba internado; y un segundo momento de apertura, al descubrir que ese sacerdote que tenía enfrente era Don Orione.
En ese momento, se creará una corriente de amistad, respeto y cariño. Relata Silone:
“Quedé asombrado ante aquella revelación inesperada: de pronto me sentí despreciable y vil. Escondí el diario con avergonzada precipitación y balbuceé algo que quería ser una excusa por mi anterior arrogancia y sonrió como quién hace una confidencia a un amigo.
‑Soy verdaderamente feliz cuando alguna vez puedo cargar con las valijas de niños impertinentes como tú ‑me expresó-. Usó una imagen peculiar que me agradó enormemente y me conmovió.
‑Llevar la carga como un burrito ‑dijo exactamente‑. Y me confió:
‑Mi verdadera vocación es un secreto que quiero revelarte, sería poder vivir como un auténtico borrico de la Divina Providencia”.[3]
Burros en lugar de caballos
En varias cartas, refiriéndose a los comienzos de la misión de Sáenz Peña, Don Orione utilizará la expresión: “A falta de caballos, trotan los burros”, haciendo referencia a que aceptó ir allí, ya que otros habían rechazado ese lugar.
En una carta al Abad Caronti, entonces Visitador Apostólico de la Congregación, el Fundador le expresará su deseo de “ser pobres y para los pobres”, ser “los pequeños burros de la Providencia”. Aquí podemos ver el corazón sacerdotal de Don Orione.
“El P. Sterpi le habrá dicho que pusimos pie en el centro del Chaco, dada la insistencia de los dos Obispos y de la Nunciatura, y por la necesidad de esas almas. Acepté con reservas y cuando todos habían rechazado, hasta el Inspector de los Salesianos me dijo que lo había rechazado. Recé un poco, quizás demasiado poco... Creo que los otros no aceptaron por el calor insoportable y la enorme pobreza; pero nosotros queremos ser pobres de la Divina Providencia y queremos ser pobres y para los pobres. Pensé que si S.E. hubiese estado aquí, me hubiera dado la bendición, y pensé en todas aquellas almas y en Jesucristo y que mi madre decía que a falta de caballos, trotan los burros, y nosotros somos precisamente los pequeños burros de la Providencia, o, al menos, deseamos serlo.
Si estuviera aquí, le pediría ir yo al Chaco para morir allí, para consumirme y vivir como un verdadero misionero, confiado al Señor. (…)
Aquí el Chaco es considerado peor que la Patagonia, todo está por hacerse, todo es sufrimientos, todo sacrificios, por el Señor, por las almas, por la Santa Iglesia. (…)
Y ahora termino. Excelencia, disculpe la extensión de mi carta y permítame pedirle me deje un poco más acá; y, si Dios le inspirase dejarme aquí siempre, porque así fuere para mi bien y el de la Pequeña Obra, déjeme aquí para siempre, e intérneme o lánceme donde mejor le parezca in Domino, que siempre seré muy feliz in Domino.
Sólo tengo un deseo: amar al Señor y amar a la Santa Iglesia, las almas, los pobres, los niños pobres, los abandonados, la clase pobre, los obreros, los comunistas: querría morir por estos hermanos míos, querría ser olvidado por todos, vivir y morir olvidado por todos, a los pies de todos y sólo amar a Jesús, a la Santa Iglesia y a todos, y perderme en el Señor; yo, indignísimo, que pequé tanto, que fui muy malo con el Señor y con la Virgen y ¡no atesoré los dones del Señor!”[4]
Jesús prefería los burros.
En otra carta acerca de Sáenz Peña retomará la idea, pero agregará algo más, la preferencia de Jesús por los burros, ya este ingresó a Jerusalén montado en un burro.
Para Don Orione, su felicidad y la de sus hijos, se encuentra en el ser “los burritos de Jesús, del Papa, de los obispos y de las almas”.

“En el Chaco hace muchísimo calor, nadie quería ir, y a falta de caballos, trotaron los burros.
Y sí, nosotros queremos ser los burritos de la Divina Providencia.
¿Acaso Jesús no prefería los burros? ¿Acaso no entró a Jerusalén en un burro?
Sí, sí, ¡felices nosotros, si somos los burritos de Jesús, del Papa, de los obispos y de las almas!
Rece, rece, Señora Condesa, para que siempre seamos pobres, pequeños y humildes como los burritos, y todos y totalmente de Jesús, de la Santa Iglesia, pequeños y humildes a los pies de la Madre Iglesia. Y ahora termino, si Dios quiere, regresaré en julio. Luego, si me dejan volver, volvería con gusto a perderme en Jesús y en las almas, aquí en Sudamérica”.[5]
Su pensamiento, se hundirá en la tradición bíblica del Mesías, manso y humilde, que entra a Jerusalén montado en un burro, en un animal de trabajo: “Esto sucedió para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta: "Digan a la hija de Sión: Mira que tu rey viene hacia ti, humilde y montado sobre un asna, sobre la cría de un animal de carga". (Mateo 21, 4-5).
Un poco de humor
Don Orione tampoco perderá la oportunidad de reírse y bromear sobre sí mismo comparándose con un burro.
En una foto montado en un burro, mientras descendía del Monte Soratte[6] luego de una visita a los ermitaños, escribirá de puño y letra en dicha foto: “Él y yo somos… dos!”[7]
A modo de conclusión
Para Don Orione, ser “un borrico de la Divina Providencia”, no es una frase retórica, sino una convicción de vida. El Fundador quiso ser pequeño, humilde y pobre para los pobres, pues esto es lo que le gusta a Jesús.
Esto también lo quiso para sus hijos, quienes deben ser los burritos de la Providencia, es decir: pobres, pequeños y humildes, como él mismo lo fue. Para Don Orione, tal vez no somos los mejores, pero tenemos que ir y estar donde los “mejores” no quieren estar, tenemos que “ser pobres y para los pobres”. Ese es nuestro lugar para Don Orione.
Por otro lado, esto no nos tiene que llenar de odio, ni de soberbia, sino que tiene que ayudarnos a ser más humildes y descubrir (o redescubrir) que nacimos para los pobres, para aquellos que nadie quiere cuidar o nadie se preocupa, que tenemos que ir a los pobres más pobres como quería Don Orione.
P. Facundo Mela fdp (fuente)
Payatas (Filipinas), 26 de Agosto de 2010
[1] En tagalo burro se dice “asno”, pero es mucho más despectivo que español, siendo impensable para una persona.
[2] Ignacio Silone, escritor italiano (Pescina, 1° de Mayo de 1900 – Ginebra, Suiza, 22 de Agosto de 1978). Su nombre verdadero era Secondo Tranquilli.
[3] SILONE, I., Encuentro con un cura extraño, Pequeña Obra de la Divina Providencia, Buenos Aires, 1980. Extracto del libro Salida de Seguridad.
[4] Carta al Abad Emanuel Caronti. Buenos Aires, 17 de marzo de 1937.
[5] Carta a la Condesa Dolores Cobo de Marchi di Cellere. Rio de Janeiro, 10 de Abril de 1937. Scritti 51, 147 y 51, 248
[6] Esto ocurrió el 7 de Septiembre de 1934.
[7] Por ejemplo scritti 85, 178 y 85, 179

martes, 6 de diciembre de 2011

EL SANTO DE LO IMPREVISTO IV











Cosas del otro mundo
Salió hacia América Latina el 24 de septiembre de 1934.En verdad ya había estado en 1921. Tampoco allí había pasado inadvertido este cura no clasificable, emprendedor, con maneras a veces explosivas, que no usa medias palabras cuando se trata de denunciar los abusos y la injusticia social y predica que la verdadera revolución se hace de rodillas ante el tabernáculo.En Brasil había dejado atónito al clero local con su “pastoral de los negros”. Una vez más se había adelantado simplemente a su época. La que había insistido para que fuera era una hija espiritual suya, la madre Teresa Michel, otra “loca” como él, que no le iba a la zaga en lo tocante a la fe en la Providencia y a la que don Orione estaba agradecido por haber recibido consejos y consuelo en circunstancias difíciles.Esta vez en la nave “Conte Grande” que lo lleva a Argentina está también el futuro Pío XII, que va al país latinoamericano para el Congreso eucarístico internacional. El cardenal Pacelli, durante la travesía tuvo modo de manifestarle su estima. Don Orione conocía a su hermano, el abogado Francesco Pacelli, que había tomado parte en las negociaciones oficiales del Concordato. Pero “el confesor del Conte Grande”, como le llamaban en la nave, reacio a las glorificaciones, al llegar a Buenos Aires vio un panorama enorme de miseria. Recuerda don Dutto: «Comienza a rebuscar en los tugurios, en las callejuelas, en los barrios bajos, en busca de impedidos, lisiados, incurables, alcoholizados, dementes: los elige como sus patronos, les lava con sus manos las heridas, los sirve». En Buenos Aires va a vivir en la calle Carlos Pellegrini, en una casa que le regaló un dama, y que él comparte con un ex cura, un niño sordomudo con su hermana enferma y su madre viuda. A la puerta de esta casa llega la gente más variada: pobres, latifundistas, profesionales, religiosos, militares. En 1936 pasa una temporada en la casa Jacques Maritain. En ella tiene reuniones con el arzobispo Copello, con el nuncio, e incluso se entrevista con el jefe de Estado. Sus noviciados, sus casas, se abren una tras otra, como si nada, como florecen siempre las obras que deja a su paso: un gesto concreto, una respuesta inmediata, una intuición, un encuentro, una circunstancia azarosa, y se realizan con el dinero que parece salir directamente de la barba de san José y de los bolsillos de esos ricos que llenos de confianza ponen al seguro su dinero en sus bolsillos rotos. En aquella tierra de amplios espacios y vastos horizontes, parece haber echado raíces y no atiende a los que cada vez más insistentemente le invitan a volver a Italia. Impertérrito sigue abriendo puertas. Pide más personal. El bueno de don Sterpi, que desde la otra parte del océano dirigía la Congregación, no sabe dónde echar mano, y le suplica e implora que vuelva. Además comienzan a soplar vientos de guerra y hay problemas con el obispo de Tortona. Al final, tras agotar todas las argumentaciones convincentes, le escribe: «Aunque mucho estimo sus cartas, le ruego que no me vuelva a escribir, porque dándome noticia siempre de nuevas casas, usted me mata». En tres años recorre una distancia diez veces superior a la que hay entre Italia y Argentina, «rogando al Señor que multiplique Sus obras», en una inmersión continua en la realidad que no conoce obstáculos: «¡Ojalá tuviera cien, mil brazos y llegar allí donde nadie quiere!», y dar vida a ese fuego que indomable le quema dentro. Argentina no lo olvidará nunca. Un cura y bastaLlega al puerto de Nápoles en agosto de 1937.A su regreso le invitan a dar conferencias. Por lo demás, no tenía ninguna intención de esconder las obras de la Providencia. Alérgico a los honores, escondía, en cambio, su propia persona. Durante una intervención en el Aula magna de la universidad Católica de Milán, no tuvo más remedio que oír al orador oficial alabar sus méritos. Los que estaban a su lado ven que se cubre la cara con las manos, no está quieto en la silla, como si estuviera sufriendo una tortura. Sin la mínima ostentación, con toda la vehemencia de su carácter impetuoso, saltó y dijo: «¡Pero qué don Orione, qué don Orione campesino de Pontecurone! ¡No le crean! ¡No le crean!». Otra vez, en la inauguración del instituto San Felipe Neri de Roma, le toca el mismo suplicio. Acurrucado en la tercera fila, con la frente fruncida, escucha las palabras que el senador Cavazzoni usa para alabarle. Mira a su alrededor buscando una salida. Imposible. La gente abarrota el salón, está también el presidente del Senado, a su lado el cardenal Salotti y numerosas autoridades. Al final, le llaman al escenario. Su voz deja entrever la timidez sincera y el esfuerzo que hace para que no le salgan palabras poco oportunas, dice: «Yo no sé hablar. Sólo sé hacer chapuzas… y estoy seguro que de todos los sacerdotes aquí presentes no hay uno más pecador que yo». Y luego dirigiéndose al orador: «Mi querido senador, pero ¿quién le ha dicho todas estas bobadas de mí?». Y levantando la voz para ser oído: «La verdad es esta, y quiero que todos se enteren, yo no soy el fundador de nada. Yo no tengo nada que ver». Y como acababa de volver de Argentina recurre al español de san Juan de la Cruz: «¡Nada! ¡Nada! [en español]… Si he tenido que dar la vuelta a medio mundo, hasta la lejana América, es porque así se hace con un mono y con un macaco cualquiera». No se comporta así cuando se trata de asumir la responsabilidad de alguna falta, para esto no era reacio, reconociendo incluso públicamente sus errores. Decía: «Si hay algo bueno en la Pequeña congregación es todo obra y bondad de la divina Providencia. Si hay algo imperfecto y deforme es culpa mía, y quizá también de algunos de vosotros, mis queridos hijos». Si las alabanzas lo herían, también las injurias; éstas, sin embargo, las consideraba un bien. Refiere el sacerdote De Paoli: «Un joven, en el momento de abandonar la Congregación lo llenó de insultos y groserías. Yo estaba presente. Don Orione quiso darle dinero, lo abrazó con ternura, lo besó en la frente con cariño, le deseó todo el bien y quiso que rezáramos por él como por un benefactor».Escribe al pie de una fotografía que lo inmortaliza durante la subida al monte Soratte, mientras se dirige a lomos de un asno a visitar a sus eremitas: «Él y yo somos dos». Para recordar, con su genuina ironía, que no se tenía en mucha consideración. En Tortona, mientras tanto, la situación vuelve a agitarse. El obispo se queja. Infamias, habladurías, acusaciones, calumnias. Una vez más hostilidad y tormentos. A un amigo de Roma le manda un billete: «Perdono a todos y estoy muy contento de estar lejos de las tretas y del alboroto de Tortona. Mis sacerdotes rezan, callan y esperan conmigo, fidentes in Domino… Que los enemigos me saquen los ojos, basta que me dejen el corazón para amarles…». Un religioso de la orden, al que había dado cargos de confianza, le escribe una carta «malvada y mendaz». Le sienta mal. Don Cribellati quiere hablar con él para tomar medidas y don Orione le dice: «Nada… Para estas personas: a) se reza a Dios; b) se perdona; c) se ama». «Nuestra caridad es un dulce y loco amor de Dios y de los hombres que no es de la tierra», había escrito al ir a Argentina. Su corazón empieza a gastarle bromas. En 1939 padece un grave ataque de angina de pecho y en febrero de 1940, otro. El 8 de marzo, en la casa general de Tortona, pide los últimos sacramentos y se despide de todos con su último “buenas noches”. El día siguiente sale hacia Sanremo, sabía que no volvería, va hacia la muerte como para abrir una puerta: «Jesús, Jesús… voy». Y esto en el fondo es la broma más sonada que su corazón nos ha gastado: para hablar con él es necesario abrir a Otro. Maravilloso es Dios en sus santos. En lo que se refiere a sí mismo, el epígrafe esculpido en su tumba dice: Aloysius Orione Sacerdos. Te Christus in Pace. Nada más. Sacerdos. Quizá el único elogio que hubiera aceptado, lo que simplemente es y fue: un cura, y basta. Que san Luis Orione nos perdone.

EL SANTO DE LO IMPREVISTO III



Santas amistades Un santo, el padre Cappello. Y no es el primero que encuentra en su inusitada vida. Se abre otro camino con senderos imprevisibles e imprevistos: el de las santas amistades de don Orione. Otro entramado de historias. Otra extensa red de relaciones y de ayuda recíprocas que atestigua también que estas personas, aunque entonces muchas no eran famosas, se conocen, se buscan y se aprecian. En el caos de Messina tuvo a su lado a Aníbal María Di Francia. También don Umberto Terenzi, el padre de los Hijos del Divino Amor, mantenía con él una estrecha amistad, al igual que los sacerdotes Juan Calabria y Luis Guanella, el cardenal Ildefonso Schuster, por no hablar de Pío X y de don Bosco y de muchos otros que luego serían canonizados o candidatos al honor de los altares. Entre ellos está el padre Pío de Pietrelcina. Esta amistad deja boquiabiertos, porque estas dos almas, que se conocían tan profunda e íntimamente, no se vieron nunca ni tampoco se escribieron nunca cuatro líneas. Don Flavio Peloso, postulador del proceso de canonización de don Orione documenta minuciosamente esta increíble historia, que se desarrolla en la década 1923-1933, los años de la tormenta que se desencadenó sobre el santo de Pietrelcina. Una vez más don Orione les aclara las dudas morales a los eclesiásticos implicados en la controvertida cuestión y libra de las acusaciones al padre Pío. Dice Gallarati-Scotti: «Comprensión, comprensión e inteligencia. Lograba penetrar en el corazón y en la mente de los demás y comprendía todo: comprendía las cosas impuras como las pueden comprender los muy puros jamás tocados por la impureza; comprendía los tormentos del espíritu y de la inteligencia, como lo puede hacer quien posee una fe absolutamente pura, impertérrita ante las dudas, las vacilaciones, firme en la verdad vivida. Y es esta seguridad de saber dónde apoyar el pie lo que hizo de don Orione un trámite para muchos errantes de su época, y no sólo para ellos».Se diría que era el cura justo para situaciones difíciles. El cura de las tormentas. Por su manera de moverse con extraordinaria sensibilidad y despreocupación y, sobre todo, con delicadeza en el umbral de la casa de Pedro, por su atrevido como prudente y discreto trabajo de comunión dentro de la Iglesia. Llama la atención, pero no sorprende que en los documentos reservados de las varias congregaciones vaticanas se hayan encontrado, al final de páginas sobre cuestiones candentes, los apuntes autógrafos de Pío XI: «Sobre esto consultar a don Orione. […] para esto, recomiendo, enviad a don Orione». La suya, no puede negarse, es una inteligencia intuitiva, capaz de leer al trasluz los acontecimientos, capaz de descifrar los tiempos. Desde dentro. Un ejemplo entre muchos: la cuestión romana. Tal vez muchos no sepan que don Orione intervino personalmente en la compleja negociación entre el Estado italiano y la Santa Sede que desembocó en los Pactos lateranenses.
En la foto de Arriba, durante un discurso en el Aula magna de la Universidad Católica de Milán; debajo, en una foto de grupo en la parroquia de Todos los Santos, en el barrio Appio de Roma, donde le había enviado el papa Pío XLa clarividencia de “su” políticaEn el archivo general de la Congregación orionina han hallado un documento excepcional. Es la carta que de su puño y letra don Orione escribió y envió el 22 de septiembre de 1926 a Mussolini. Decía la carta: «Pienso que Su Excelencia, si quiere, puede, con la ayuda divina, acabar con el amargo y funesto disentimiento que hay entre la Iglesia y el Estado. Y humildemente le ruego, como sacerdote y como italiano, encuentre una base razonable, y proponga una solución. Le toca al Gobierno italiano tender noblemente la mano al Vencido».Esta carta es importante para comprender la parte que desempeñó en los preliminares y en el comienzo de las negociaciones. Por lo demás, está documentado que don Orione fue uno de los primeros en intuir, en 1923, que el nuevo clima político nacional podía cerrar la controversia entre Estado e Iglesia, y también está documentado que participó, con el padre Genocchi, en la primera reunión preparatoria que se hizo en la casa de los condes Santarelli, en Roma. En esta carta se ha querido ver la expresión misma de la Santa Sede que encargó, a un sacerdote de confianza y de reconocido valor moral en la opinión pública, un mensaje claro al gobierno italiano sin comprometer su propia autoridad.De hecho, no se sabe si post hoc o propter hoc, pocos días después de la carta las negociaciones fueron declaradas oficiales y comenzaron las sesiones. Lo demás es historia conocida. Llegó el 11 de febrero de 1929, fecha de la histórica firma de los Pactos lateranenses. L’Osservatore Romano, que desde 1870 salía con una lista negra, ese día se imprimió por fin sin el símbolo del luto. Dos días después Pío XI comentó: «Con profunda satisfacción creemos haber devuelto con el Concordato Dios a Italia e Italia a Dios». Esta página de historia parece terminar en gloria, todos satisfechos. Y, sin embargo, don Orione, que tanto se interesó por la solución de la cuestión, no mostró en el momento mucha alegría. Cuando supo que se habían firmado los pactos, besando la foto de Pío XI, publicada en los periódicos que daban la noticia, exclamó: «¡Pobre Papa! ¡Cuántos dolores tendrá que pasar!». «La Conciliación se debía hacer», explicó, «pero no de esta manera. Por ahora no me parece una soldadura duradera. Quisiera equivocarme, pero veréis días malos». Según don Orione existían algunos puntos débiles respecto a ciertos temas. En especial temía que Mussolini se aprovechara del nuevo prestigio que había obtenido para llevar a cabo nuevas e injustas intervenciones en perjuicio de la Iglesia en Italia. Y ese mismo día, en una reunión de la Congregación, les dijo a sus sacerdotes: «Cuando los fascistas entren en los institutos para quitarnos a los jóvenes, el Señor nos inspirará lo que hemos de hacer». Lo había comprendido inmediatamente. Y es lo que sucedió. Apenas acabaron los parabienes por el Concordato, Mussolini continuó su política vejatoria contra las organizaciones católicas.Lucidez y clarividencia; dotes por las que, hay que decirlo, era escuchado por los papas y también por los políticos. A la residencia de la calle Sette Sale de Roma iban a llamar a su puerta Gaetano Salvemini, el senador Zanotti Bianchi y Achille Malcovati, magnate de industria y eminencia gris de muchos políticos de punta; sólo por citar algunos. Iban a verle, pero él decía claramente que de programas políticos no entendía nada ni quería ocuparse, pues se obstinaba en seguir “su” política: «La del Pater noster». La única eficaz. La única que no se encierra en fronteras y «es realizable completamente», decía. La única por la que incluso estaba dispuesto a cruzar el océano. Después del terremoto de Sicilia y del de la Marsica de 1915, hundiendo sus brazos en los escombros de las miserias humanas, no celó su deseo de ir como misionero a América. Un día confesó este deseo a Pío X, y este, como respuesta le envió a la “Patagonia romana”, la periferia abandonada del sureste de Roma. Pero llegó el día que tuvo que zarpar.

lunes, 5 de diciembre de 2011

EL SANTO DE LO IMPREVISTO II

En el terremoto modernistaEn la madrugada del 28 de diciembre de 1908 un terremoto destruye completamente la ciudad de Messina. A los que se han salvado les quedan sólo las ruinas. Don Orione sube al tren que va a Messina el 4 de enero de 1909. Se lanza sin reservas en medio de esas ruinas de desesperación. Los que tuvieron que ver con él en aquellos tiempos concuerdan en que si no se le ha visto allí, en medio de la desolación, no es posible comprender quién es don Orione. Pero entre los escombros de ese terremoto se encontró pronto envuelto en los percances de otra tormenta.En 1907 la Iglesia con la encíclica Pascendi de Pío X y el decreto Lamentabili del Santo Oficio, había condenado el modernismo. En marzo de 1909 se constituye la “Asociación nacional para los intereses del Sur”, con el fin de ayudar a las poblaciones afectadas por el terremoto. Forman parte también muchos modernistas, especialmente los que se reúnen en torno a la revista lombarda Il Rinnovamento, excomulgada por la autoridad eclesiástica. Estaban Aiace Alfieri, Antonio Fogazzaro, cuya novela Il Santo estaba en el índice, y otros exponentes del pensamiento católico liberal, como el doctor literato Tommaso Gallarati-Scotti. Don Orione, ni hecho adrede, los conocía a todos. A unos muy de cerca. Y allí en Messina pudo tratarlos y manifestar su estima y su apoyo. No eran estos los únicos modernistas con los que mantenía relaciones. Una amistad fraternal lo unía a muchos sacerdotes que habían incurrido en varios procedimientos eclesiásticos por sus ideas modernistas: Romolo Murri, don Brizio Casciola, el padre Giovanni Genocchi, el padre GiovanniSemeria, el padre Giovanni Minozzi, don Ernesto Buonaiuti. Algunos eran amigos suyos desde hacía años. En 1904 escribía a Romolo Murri pidiéndole un artículo para su revista La Madonna: «Me tienes que escribir algo bonito, lleno de tu fe y que te salga del alma: me gustaría que fuera algo como “la Virgen y la democracia”, o en ese sentido; mira que es un terreno muy vasto, lleno de luz y por explorar. ¡Será tu homenaje de este año a la Virgen!». En febrero de 1905, mientras estaba pensando en una obra en favor de los menores de edad que habían salido de la cárcel, le escribía a don Brizio Casciola: «Tú me ayudarás mucho; Semeria, Murri, todos tenéis que ayudarme mucho…».Pero hay que imaginarse el clima de caza de brujas que se había instaurado después de la Pascendi, y sobre todo después de la introducción del juramento antimodernista entre los sacerdotes y la institución de las comisiones diocesanas de vigilancia sobre la ortodoxia doctrinal. En aquellos años, la sospecha equivalía ya a una condena. Los llamados «zuavos con sotana», los cortadores de cabezas de los modernistas más radicales para entendernos, no se andaban con chiquitas y manejaban la pluma como una espada, mojándola a menudo y con gusto en el veneno. Así pasó con don Orione. Monseñor D’Arrigo, arzobispo de Messina escribió una carta acusatoria que llegó a las manos del cardenal De Lai, prefecto del Santo Oficio. La carta, en la que se define al cura de Tortona «hombre de media conciencia que se acomoda a todos», fue leída por Pío X que invitó a don Orione a presentarse. Cuando Pío X tuvo a sus pies al “extraño cura” se conmovió. Y por respuesta quiso sellar su confianza nombrándole vicario general de la diócesis de Messina, cosa que dejó petrificado al pobre don Orione, para quien el cargo iba a significar tres años de infierno en las calderas de los celos clericales. Además, el autor de la Pascendi le dejó completa libertad de acción en las relaciones con los modernistas.
Don Orione a bordo de la nave Conte Grande viaja hacia Argentina en septiembre de 1934Con el nombramiento, este sacerdote bien conocido por su ortodoxia y fidelidad papal, corre el peligro de que ciertos modernistas lo vean como alguien rígido, alguien que trata de convertirlos, un inoportuno. En cambio, no. Lo consideran auténtico, leal. E incluso buscan su relación fraternal, no dudando en poner sus dificultades en sus manos, y hasta aconsejan a otros que se dirijan a él. Escribe a Murri después de la suspensión a divinis: «Te beso los pies y las manos benditas… No nos veremos pronto, pero te abriré el camino; estaré a tu lado y estaré siempre contigo ante Dios». Y ahí lo tenemos dispuesto a ayudar con discreción a cicatrizar heridas, a hacer de puente. Un punto de referencia, querido y buscado, por muchos sacerdotes al límite, en la cuerda floja, suspendidos a divinis, excomulgados y pluriexcomulgados. La correspondencia entre estos personajes evidencia la estima, el apoyo perseverante y los matices de delicadeza que tuvo don Orione con ellos, y viceversa. Testimonia Gallarati-Scotti: «He de decir que quizá la única persona que fue generosa y comprensiva con quien podía tener momentos de duda y de tormento, respecto a ciertos problemas críticos, en aquel momento, fue don Orione […]. Sentía esta necesidad de conciliar, pero de conciliar no en la confusión, como otros hubieran querido, sino en una distinción amorosa, en un calor de amor auténtico y de ferviente conciencia que es, al fin y al cabo, todo lo que es de verdad bueno y todo lo que tiene un reflejo de Dios, aunque a veces está aparentemente lejos de Dios. Hay algo en el alma humana que responde al toque del santo, porque está en lo profundo y muy escondido, pero vibra cuando siente la voz de esta caridad que habla. Esta es la primera gran experiencia que tuve de él y que nunca olvidaré».Tampoco Ernesto Buonaiuti lo olvidó nunca: «Mi querido amigo», escribe a don Orione, «el recuerdo de las palabras que me dijiste, en horas inolvidables, sigue vivo y florece en mi corazón… Tengo siempre sed de tu recuerdo. Reza por mí, mi querídisimo amigo». Buonaiuti vivió hasta el final su condición de excomulgado vitandus. Recuerda un testigo: «Buonaiuti decía que don Orione no había dejado nunca de quererle, que le había dicho que creía en su buena fe y que estaba seguro de que en el último momento de su vida se salvaría. Estas garantías, en aquel alma desgarrada, eran el mayor consuelo de su vida». Don Orione estuvo siempre a su lado. Cuando le llegó la noticia de que había sido excomulgado vitandus, excomunión que fue acelerada por la intervención del padre Agostino Gemelli, comentó en una carta al senador Schiapparelli la extrema decisión con estas palabras: «Quizá el padre Gemelli no era la persona más indicada para tratar con él. […] Y, además, no es tanto la cultura lo que conquista y abre el ánimo: se requería un hombre de corazón, que a la cultura y al corazón hubiera añadido humildad de espíritu, sinceridad y la ciencia de Jesucristo […] No hace falta el silogismo, sino la caridad de Jesucristo y la gracia del Señor sobre todo». E hizo de todo para defenderlo, para permitir su reinserción en el sacerdocio, implicando en esta ayuda a un grandísimo amigo suyo: el padre jesuita Felice Cappello, el “confesor de Roma”.

EL SANTO DE LO IMPREVISTO I

El santo de lo imprevisto
Desde su amistad con los modernistas a la política del Pater noster, la única eficaz. Desde los comienzos en Tortona a los viaje sa Latinoamérica. Algunos episodios de la vida de san Luis Orione que revelan su atractivo
por Stefania Falasca
Es imposible estar lejos de alguién así. Y digámoslo en seguida: para adoptar su manera de ser, sus gestos inconfundibles, habría que ser él, don Luis Orione… es decir, algo único, providencial y, sobre todo, imprevisible. Sí, también imprevisible, porque quizá nunca lo imprevisible hizo tan buenas migas con la santidad como en este hombre. Mejor dicho, eran una única cosa.Por lo demás, toda su larga vida, desde el 23 de junio de 1872 hasta el 12 de marzo de 1940, estuvo caracterizada por lo inesperado: un amor abierto de historias imprevistas, circunstancias y grandes obras, una mezcla continua y sorprendente de pontífices y maleantes, hombres de Estado y pobres miserables, ermitaños, políticos y desheredados, literatos, huérfanos, santos. Ni siquiera el escritor más hábil lograría contarlo todo contemporáneamente. Debería seguirle por un camino y, en un momento determinado, volver atrás para tomar el otro y luego otro. Mientas que nuestro protagonista los recorre todos juntos, sin preocuparse de saber adónde van a parar. Con él la pluma llega siempre tarde y la página se queda corta, siempre hay algo que se queda fuera. Y no son solamente fragmentos. Es una vida que se desborda continuamente y que lo ve como «mozo de cuerda de la Providencia» abriendo puertas de par en par, dejándose provocar por la realidad, leyendo y anticipando los tiempos con formidable intuición. Muchos trataron de meterlo en cintura. Se tuvieron que rendir al “loco de Dios”. «Una de las personalidades más originales y eminentes del siglo XX». El escritor Douglas Hyde, ateo convertido, en su conocida biografía lo define «el bandido de Dios» y «genio de la caridad» sobre todo porque hizo obras maestras sin darse cuenta. Lo que es seguro es que este cura bajito, que «tenía el temple y el corazón del apóstol Pablo, impulsivo y tenaz, tierno y sensible hasta las lágrimas, infatigable y valiente hasta la osadía», tuvo el don de iluminar a hombres sin fe. Alguien ha dicho que incluso lograba conmover y hacer llorar a los curas. Al parecer es algo bastante difícil. También este milagro acompañaba la predicación de don Orione. No nos queda, pues, más que intentar seguirle por los caminos de lo imprevisto y pedir que salga a nuestro encuentro, acercarnos y dejarnos confortar por el calor de su caridad.
En la foto:Don Orione con Umberto Terenzi (el primero de la izquierda) en el santuario romano del Divino Amor; debajo, con el cardenal Ildefonso Schuster durante la ceremonia de colocación de la primera piedra de los nuevos pabellones del Pequeño Cottolengo milanés, en septiembre de 1938

Como el encanto de un viento ligero Había superado de manera brillante los exámenes de cuarto de bachillerato en el oratorio de Valdocco. Y a finales de junio se presentó puntual a los ejercicios que se hacían antes de la solicitud de admisión en el noviciado. Pero al final de esos días, de improviso, abandonó la familia salesiana. Se quedaron todos atónitos: superiores y compañeros. Era inútil pedirle explicaciones al interesado, no las daba. El hecho es que ni él mismo sabía qué decir. Era algo que no lograba explicarse. Lo que sabía con seguridad es que tenía que salir. Confesará: «Yo, que nunca había tenido ninguna duda sobre mi vocación de hacerme salesiano, en aquellos días comencé a pensar en entrar en el seminario de la diócesis». El 16 de octubre de 1889 Luis Orione entra en el seminario diocesano de Tortona. Y en seguida, este clérigo tan obediente como vivaz, es notado por sus dotes, y por el enjambre de muchachos que están siempre a su alrededor. Entre sus compañeros de seminario unos le toman el pelo, otros lo consideran «un poco raro», «un poco loco», y cuando el 16 de septiembre de 1893 el obispo lo ve llegar muy temprano a su residencia, la impresión que tiene es que ha perdido ese «poco» y le queda sólo el «loco». El clérigo le cuenta que hay unos quince muchachos pobres que están dispuestos a entrar en un pequeño colegio para ellos… «Un día pueden ser buenos sacerdotes…», dice. El obispo escucha perplejo, luego con paciencia trata de hacerle comprender que le parece algo que está en el aire, y que desde luego no se puede realizar así, deprisa y corriendo… Pero Luis, decidido, resuelve la cuestión: «Tengo fe en la divina Providencia». El obispo empieza a perder la paciencia: «En fin, ¿qué quieres de mí?». «Nada, excelencia, solamente su aprobación y su bendición», le responde. «Si es así te doy la una y la otra», ataja el obispo, convencido de haber puesto fin al tema para siempre y de haberse quitado de encima al joven. En cambio, la Providencia se puso manos a la obra. La voz corrió por los valles del Curone, del Staffora, del Borbera. El pequeño colegio abrió el 15 de octubre de 1893 en el barrio bajo de San Bernardino, en Tortona. No cabe duda de que fue el núcleo originario de la Pequeña Obra. Luis Orione tenía solo 21 años. El 13 de abril de 1895 fue ordenado sacerdote y, ese mismo día, seis de sus muchachos recibieron el hábito clerical. Comienza la aventura. Desde aquel momento, encuentros, casas, colegios, orfanatos, colonias agrícolas, eremitorios e institutos, nacen sin avisar. Claro que detrás están los ojos de la Providencia. Que en su caso lo es todo: “programa” y “objetivo específico” de la Obra. Pero también los suyos, los ojos de un inexorable francotirador de la misericordia de Dios. «Era difícil evitar su mirada, una vez que te clavaba los ojos no la olvidabas nunca. Te quedaba dentro como el encanto de un viento ligero…», escribe Ignazio Silone, hablando de él, y no es más que uno de los muchos dispuestos a confirmarlo. Basta seguir los testimonios, los itinerarios escondidos de muchos que le conocieron por los caminos abiertos e impracticables de su apostolado. Y de esos personajes, algunos ilustres, que estando a las puertas de la muerte no querían curas, pero aceptaban a ese “raro cura”. «Almas, almas… Si el Señor me permitiese ir al infierno, en un hálito de amor quisiera sacarlas también de allí». «Almas, almas» es el deseo que le hace suplicar: «Ponme, oh Señor, ponme a la puerta del infierno para que yo con tu misericordia la cierre». Lo había pedido como gracia el día de su ordenación. «Le he pedido a la Virgen una gracia especial: que todos los que de alguna manera tengan que relacionarse conmigo se salven…». Fuente: stefanía Falasca, en 4 partes